Tras el devastador evento climático ocurrido el 10 y 11 de septiembre en la ciudad de Derma en Libia, investigadores del Centro de Catástrofes de la Universidad de Antofagasta reconstruyeron el fenómeno hidrológico y las causas de esta tragedia que dejó más de 20 mil fallecidos, provocada por intensas lluvias en una zona de característica desértica, muy parecida a la del norte de Chile.
Los científicos de la UA simularon con un software el colapso de las represas Al Bilad y Abu Mansur, levantadas en los años 70 con el único objetivo de contener masas de agua y barro, sin embargo, los 414 milímetros de lluvia que precipitaron en 24 horas, sobrepasaron la capacidad de almacenamiento de las estructuras, generando un abrupto alud que dejó mortandad, destrucción material y tiñó el mar de un color rosáceo oscuro, tal como en la catástrofe del aluvión de junio de 1991 en Antofagasta.
En este sentido, la tragedia se asemeja a lo vivido por los antofagastinos hace más de 20 años y surge la interrogante sobre la seguridad que entregan las piscinas de disipación de energía construidas en las quebradas Salar del Carmen y La Cadena de Antofagasta, considerando que en el caso de Libia, la infraestructura de contención multiplicó la potencia de los flujos aluvionales, provocando un daño mayor.
Al respecto, el Dr. Jorge Van Bosch, director del Centro de Mitigación de Catástrofes Naturales de la UA, se refiere a la “falsa seguridad” que pueden representar las obras de mitigación de aluviones. “Nosotros no nos podemos confiar de las piscinas, porque la precipitación puede ser lejos mucho mayor para la cual fueron calculadas, lo mismo que pasó allá, ellos calcularon para una precipitación y fue mucho mayor, y sucedió en Taltal el 2015, luego que dos piscinas aluvionales fueran sobrepasadas en su capacidad, generando inundación más abajo”.
Por este motivo, el académico recalca en la importancia de contar con procedimientos de evacuación, “la idea principal es que bajo condiciones de amenazas naturales de grandes lluvias, debe existir un plan de evacuación y un plano de riesgo que muestre por donde pasará el barro, de modo que estas poblaciones bajo amenaza se desplacen a lugares seguros como si no existiesen estas estructuras, luego si funcionan las obras de contención y no pasa nada, perfecto, la gente vuelve a sus hogares sana y salva, así se puede estar completamente seguros que bajo cualquier circunstancia no habrá catástrofe”.
Asimismo, el investigador agrega, que “la enseñanza que deja todo esto, es que no te puedes confiar de las instalaciones, porque las instalaciones son para mitigar pero no eliminan el problema, lo pueden acrecentar, si colapsan se acrecienta, imagínate se rompe una piscina allá arriba, esa que se rompió, lleva cemento, lleva bloques de hormigón armado y cae arriba de la segunda, la de abajo y no te quepa duda que la va romper y así sucesivamente, van en cadena hacia abajo, por muy buena que sea la obra, puede fallar”.
Cabe recordar que el 18 de junio de 1991 Antofagasta sufrió una de las mayores catástrofes de su historia, tras una intensa lluvia que registró hasta 53,1 milímetros en algunos sectores de la ciudad, provocando aluviones tras la activación de diversas quebradas, dejando como consecuencia 91 víctimas fatales y 19 desparecidos, evento climático que puede volver a repetirse, con efectos similares o aún más calamitosos, considerando el aumento de los asentamientos irregulares en zonas de riesgo, sumado a las características típicas de esta geografía; aridez, ausencia de vegetación, y un suelo que no absorbe y responde formando barro, con los consiguientes resultados descritos.
10 de octubre de 2024
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